domingo, 20 de diciembre de 2020

Capitulo 23: Momento incómodo

No le gustaban las entrevistas. Por eso cuando le paró el reportero no pudo ocultar un mal gesto. Y cuando, y pese a sus intentos de esquivarlo, le puso el micrófono en la boca y le soltó aquella pregunta el mal gesto se tradujo en una mezcla de antipatía, incredulidad e impotencia. Cara gili, vaya.

- ¿Qué le parece ese supuesto héroe que anda haciendo trastadas por la ciudad?

El Superhéroe tragó saliva mientras pensaba que no le daban ni un momento de respiro. Y qué decir sin tener que mandarle a paseo.

El reportero volvió a la carga:

  - Y ¿de qué sirve lo que hace? ¿Para qué está la policía?¿Acaso cree que puede hacer su trabajo?

Y mientras al superhéroe se le iba poniendo el estómago del revés se le ocurrió añadir:

- Y qué decir de ese traje tan hortera con el que que anda dando saltos por ahí ¿no es esperpéntico...?

La bofetada retumbó en toda la calle. El Superhéroe dio un pasito atrás sabedor de que la situación se le había ido de las manos. El reportero estaba en el suelo completamente grogui y a él le ardía la mano del sopapo que le había dado. Miró disimuladamente alrededor buscando posibles miradas indiscretas pero a nadie pareció importar que aquel pobre se encontrase espanzurrado en el suelo, cuestión que aprovechó para salir de allí sin prisa pero sin pausa. Definitivamente, tenía que ver qué hacer con ese pronto que algunas veces le hacía perder los papeles.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Capítulo 22: En el gimnasio

Pasaba de un aparato a otro sintiéndose a gusto con los resultados. No se encontraba cansado, ni dolorido con los ejercicios. Bicicleta estática, elíptica, remo, mancuernas... Se sentía bien. Quizás había exagerado al creer que estaba peor de forma de lo que en realidad era. De hecho se miró de reojo en uno de los muchos espejos que había por el gimnasio. No se veía mal, todavía guardaba la figura. Y un buen culo. Inmediatamente se dio cuenta de donde estaba y se ruborizó pensando en que alguien pudiera haberle visto así, enamorado de sí mismo. Pero nadie siquiera se había percatado de su presencia, así que siguió con sus ejercicios.

Se sentó en otro banco. Mientras hacia el ejercicio podía observar cómo los demás hacían los suyos. No pudo evitar fijarse en el típico “musculitos” de gimnasio que estaba un poco más allá. Pero no por sus músculos sino por cómo se pavoneaba delante de una chica. Y eso que la chica pasaba de él totalmente. Pero el artista de los bíceps seguía tratando de epatarla, y cada vez más cerca. Quizás demasiado cerca.

El superhéroe se estaba dando cuenta de la situación y pensaba en si debía intervenir o no.

El cansino seguía a lo suyo, ahora marcando bíceps, ahora abdominales, y cada vez más cerca de la muchacha. Aquello ya era demasiado para el superhéroe que estaba a punto de saltar sobre el plasta. Pero no hizo falta, el alarido se escuchó en todo el gimnasio.

La cabeza del aspirante a coloso había chocado "involuntariamente" contra las pesas que estaba manejando la chica. Ella le hizo un gesto mezcla de ironía y sorpresa fingida como diciendo “¿He sido yo?” Aun así, la chica se arrancó y le espetó: "creo que te has acercado demasiado y... claro…".

El superhéroe la miró con veneración mientras pensaba que ella sí que era una superheroína.

domingo, 13 de diciembre de 2020

Capítulo 21: Hacer el indio

Qué manera de sufrir,

Qué manera de palmar,

Qué manera de vencer,

Qué manera de morir,

Qué manera de subir y bajar,

Y qué manera de correr ¡jolines!... Y cómo no correr con aquel rottweiler pegado a su culo.

Cómo era posible que aquello que iba tan bien, al final hubiese salido tan mal. Porque en su cabeza el plan era perfecto. Y el plan era que entraba en aquella nave, detenía a los malhechores y ponía en aviso a la policía, pero cuando ya todo estaba casi acabado se encontró con el problema. Sobre el terreno se había estrellado contra algo que no esperaba. Aquella fiera no estaba en el plan. Pero ahí estaba, y vaya si estaba. Casi comiéndose su culo con aquellos dientes afilados mientras lo perseguía por toda la nave. Pero aquello estaba siendo ridículo. Había podido con doce o catorces maleantes pero no con este chucho con dientes.

Y en esas estaban superhéroe y can, hasta que el primero de un salto se subió a una gran pila de paquetes dejando al animalito compuesto y sin culo de superhéroe que morder. Qué manera de hacer el indio, por favor. A ver qué se le ocurría para salir de semejante situación. De momento, iba a tratar de recuperar el resuello, e iría pensando en cómo perder algún kilito. Las carreras con el perro le habían mostrado la evidencia.

Motivos de un sentimiento. Joaquín Sabina

viernes, 11 de diciembre de 2020

Capítulo 20: Ni traje ni leches

El Superhéroe llevaba un rato observándole desde el otro lado de la calle mientras tomaba un café en la terraza del bar. Estaba claro que los malandrines no le iban a dar una tregua ni en su día de descanso. Aquel tipo miraba disimuladamente a todos los que transitaban por su lado sin que aquellos se diesen cuenta, pasando totalmente inadvertido. Pero no para el Superhéroe, sabía que algo tramaba.

Tras un rato largo el fisgón fijó su mirada en una chica que observaba distraídamente un escaparate. Se acercó con disimulo a ella pero con la vista fija en el bolso medio abierto que colgaba del hombro de la muchacha. El Superhéroe ya se había dado cuenta de cuál era el objetivo del fulano y no iba a permitir que lo consiguiese.

Con el mismo disimulo que el ratero, el superhéroe cogió el servilletero de aluminio de la mesa de la terraza, y midiendo la distancia a ojo echó el brazo hacia atrás, tensionándolo como si estuviese cargando un arma. De forma rápida y certera lo lanzó impactando con fuerza en la cabeza del carterista dejándolo totalmente fuera de juego.

La cosa fue tan fugaz que la chica no terminaba de entender cómo aquel tío estaba repentinamente a sus pies con los ojos del revés y  lo que parecía un servilletero totalmente despachurrado a su lado.

Al otro lado de la calle el Superhéroe contemplaba la escena con una media sonrisa. Para qué leches necesitaba un traje.

miércoles, 9 de diciembre de 2020

Capítulo 19: Encuentro imprevisto

Sacó al cachorro a la calle. Empezaban las clases de urbanidad. Ya era hora de que dejase de comer zapatillas y cagarse en todos los rincones de la casa. Un superhéroe no podía estar perdiendo el tiempo haciendo de niñera. Le había comprado una correa que, para suplicio del animal, era más grande que él y lo llevaba casi a rastras por la calle. Al mismo tiempo no paraba de hablar con el chucho, como si pudiera entenderle, y el propio perro lo miraba con cara de ¿qué coño me estás diciendo?

Y en esas estaban el superhéroe y el cachorro cuando una voz burlona sonó a su espalda.

  — ¿Tú no has tenido antes un perro, verdad?

El superhéroe se volvió sorprendido, y aún más se sorprendió cuando vio quién le hablaba: la doctora de urgencias que le había trastocado días atrás. Y, mira por dónde, también paseando a un perro. La gran diferencia es que su cachorro de pastor alemán casi cabía en la boca del gran danés de la doctora.

El superhéroe no atinó a juntar las palabras adecuadas para explicarse; que era verdad que no había tenido perro, que no eran horas para andar arriba y abajo con el animal, que estaba cansado...

La joven lo miraba con sorna. Le hacía gracia aquel tío, no sabía por qué pero algo le llamaba la atención.

 — ¿A qué te dedicas?— le espetó a bocajarro, pillando de nuevo al superhéroe fuera de juego.

 Él la miró estupefacto. Qué decir. ¿Que por el día trabaja en lo que sale y por la noche lucha contra el crimen? Pues no. Así que saltó con una gracia.

 — Pues ahora mismo tratando de enseñar al niño buenos modales pero no nos entendemos— dijo nerviosamente.

La doctora siguió mirándole mientras el superhéroe hacía más gestos que palabras salían por su boca. En definitiva, patético. Y hasta él mismo se dio cuenta de ello.

 —Hay que tener paciencia con ellos, terminan entendiendo lo que quieres decirle. Pronto verás resultados— afirmó ella.

En ese momento, el superhéroe miró hacia abajo y el cachorro se estaba meando en su zapato. La doctora soltó una carcajada y añadió:

  —Pero creo que hoy no va a ser— y prosiguió su paseo mientras se despedía con un ademán dejando al superhéroe chafado.

Él miró fijamente al perrillo y no le quedó otra que decirle:

 —Muchas gracias, pedorro ¿te has quedado a gusto?

sábado, 14 de noviembre de 2020

Capítulo 18: Welcome to the jungle.

Welcome to the jungle... ¡Patada voladora!

We take it day by day... ¡Bofetada a mano abierta!

If you want it you're gonna bleed... ¡Garra al cuello!

But it's the price you pay... ¡Planchazo brutal, tijera voladora...!

La canción sonaba en la cabeza del Superhéroe mientras repartía tortas. Acción, música a todo volumen... Muy cinematográfico y rockero todo. Se encontraba en forma, y así se sentía. En definitiva, poderoso mientras daba a diestro y siniestro. Cómo le gustaba cuando las cosas salían bien. Hasta que el disco se rayó porque no lo vio venir.

Un poco más tarde despertó con un gran dolor de cabeza, como el que había provocado a los que había tumbado un rato antes. Y delante de él un armario empotrado, el causante de su dolor de cabeza, un tipo con más músculos de lo normal. E igualmente, rodeado de todos a los que había tumbado antes ¿cómo salir de aquel embrollo? Sencillo, patada a la entrepierna al grande y escabullirse entre el resto. Y lo consiguió. No sin antes llevarse una somanta de palos de ese resto, pero lo consiguió. Y encima evitó el delito. Aunque cuando salió de allí no había ni un solo cachito de su cuerpo que no le doliese. Qué duro era vivir en esta jungla.

“Welcome to the jungle” Guns N’ Roses

domingo, 8 de noviembre de 2020

Capítulo 17: Quiero tranquilidad

Necesitaba unas vacaciones. Con unos pocos de días le serviría para desconectar. Su cuerpo le urgía un descanso porque los últimos episodios en su lucha contra el mal habían sido duros. Y su cabeza también pedía un respiro.

Su amigo de la infancia le había ofrecido varias veces una casita en el campo. Según él todo un mundo de tranquilidad. Y por eso terminó por aceptar su oferta.

Pero cuando llegó se encontró que en el chalé de al lado una pandilla de chavales estaban de juerga y con la música a todo volumen. Aquello  le tocó un poco la moral. Y cuando, y pese a darles un par de toques de atención, aquello continuaba a la tres de la mañana pasó a ser altamente estresante. Así que decidió tomarse la justicia por su mano. Y sin traje de superhéroe ni nada. Directamente y sin llamar entró en la casa, pegó un par de bofetadas a algunos de los muchachos y tiró el equipo de música a la piscina. El silencio se adueñó del lugar. Así mucho mejor, pensó. Al volver a la calle se encontró con un grupo de vecinos que le aplaudieron agradeciéndole la acción. Fíjate, estaba bien un poquito de reconocimiento sin una máscara que ocultase su identidad. Y también algo de silencio.