No le gustaban las entrevistas. Por eso cuando le paró el
reportero no pudo ocultar un mal gesto. Y cuando, y pese a sus intentos de
esquivarlo, le puso el micrófono en la boca y le soltó aquella pregunta el mal
gesto se tradujo en una mezcla de antipatía, incredulidad e impotencia. Cara
gili, vaya.
- ¿Qué le parece ese supuesto héroe que anda haciendo
trastadas por la ciudad?
El Superhéroe tragó saliva mientras pensaba que no le daban
ni un momento de respiro. Y qué decir sin tener que mandarle a paseo.
El reportero volvió a la carga:
- Y ¿de qué sirve lo
que hace? ¿Para qué está la policía?¿Acaso cree que puede hacer su trabajo?
Y mientras al superhéroe se le iba poniendo el estómago del
revés se le ocurrió añadir:
- Y qué decir de ese traje tan hortera con el que que anda dando
saltos por ahí ¿no es esperpéntico...?
La bofetada retumbó en toda la calle. El Superhéroe dio un
pasito atrás sabedor de que la situación se le había ido de las manos. El
reportero estaba en el suelo completamente grogui y a él le ardía la
mano del sopapo que le había dado. Miró disimuladamente alrededor buscando
posibles miradas indiscretas pero a nadie pareció importar que aquel pobre se
encontrase espanzurrado en el suelo, cuestión que aprovechó para
salir de allí sin prisa pero sin pausa. Definitivamente, tenía que ver qué
hacer con ese pronto que algunas veces le hacía perder los papeles.